Durante el tiempo que duró el viaje por los tratamientos de infertilidad, me animé a probar distintas terapias alternativas para sobrellevar toda la angustia y tensión que vas acumulando. El cuerpo intuitivamente va pidiendo treguas a todo ese esfuerzo. En un momento, me propusieron el acompañamiento con flores de Bach para equilibrar toda la parte más emocional. Al margen del impacto real del tratamiento, supone un gran bálsamo empezar a reconocer el desequilibrio emocional por el que transitas; verbalizar y reconocer que sientes ansiedad, rabia, tristeza… es poner luz a una parte de ti que has ignorado.
Un día, la terapeuta me propuso hacer las flores de Bach utilizando la kinesiología cómo método para ver qué flores necesitaba y por tanto qué emociones estaban desequilibradas. Y Oh sorpresa!!! La primera flor que apareció en escena fue el acebo (holly) que se asocia a la envidia. Mi cuerpo estaba hablando y decía cositas distintas a mi mente y mi dicurso racional. Pero por fin: habló desde su verdad!
Recuerdo que la terapeuta hizo el comentario de que no me veía una persona envidiosa, pero que le diera una vuelta al tema… yo tambien estaba sorprendida: “yo envidiosa?!” Jua jua. Y no fue hasta que fui a una sesion con mi acupuntora (Durga de Terrel, que se merece un post enterito!!!) que al contarle casi como una anécdota lo sucedido, me espetó: “Claro! Tu sientes envidia pero no te permites sentirla ni aceptarla” “envidia de las que se embarazan fácil, de las que van por el segundo, de las que lucen barriguita, o empujan cochecito…”.
Fue un momento wooooow, una caída de velo de los ojos, casi casi una revelación… En ese preciso momento tomé consciencia de cuánto estaba sufriendo, y no me lo permitía, y me afligía más dolor, porque al no permitirme sentir envidia era todavía echar más sal a la herida, y si cabe una dosis más de automaltrato.
De pronto sentí que con esas palabras se deshacía con total facilidad un nudo enorme, gigantesco, en mi pobre cabecita y corazón. Y a la vez se me abría un enorme espacio de libertad: sentir envidia era legítimo y humano, me permitía verme desde mi vulnerabilidad, mirarme con amor y compasión. Aceptar tal cual era la situación y como lo estaba viviendo.
Gracias a las flores de Bach, al holly y la envidia; estirada encima de aquella camilla con todo de agujas de acupuntura clavadas en el cuerpo, descubrí que la verdad, la verdad en mayúsculas siempre reside en el cuerpo, y que la cabecita, es una magnífica guionista que inventa excusas, personajes y historietas, pero que si no escucha con atención los mensajes del cuerpo pocas veces acertará.
Y sí! La envidia es una compañera de viaje durante los tratamientos de fertilidad, porque inevitablemente te comparas, te desilusionas, felicitas y das enhorabuenas a futuros padres felices que te dan la buenanueva y tú, mientras, sigues con tu lucha, la mayoría de veces tapiada de silencios y sonrisas forzadas.
Y puestos a que te acompañe, mejor saber que está ahí, pudiendo mirarle a los ojos y de vez en cuando incluso reirte por lo diabla que puede llegar a ser y lo mucho que puede llegar a jorobar.